miércoles, 5 de enero de 2011

Ucronías a mí



Retomo colgando un articulito sobre PK Dick y ucronías. Acá y haciendo click en la imagen, el PDF original, que quedó muy lindo. Abajo, la versión en texto.

Sobre la ucronía: en los últimos días del año 2010 anduve felizmente enredado con un ejercicio de producción de historia contrafáctica, esa modalidad de investigación que tiene un poco que ver con algunas ramas de la ficción. Algo de ese interés personal -que finalmente me llevó a involucrar a cuatro pensadores del calibre de José Rilla, Carlos Demasi, Aldo Marchesi y Roberto Appratto- se perfilaba en esta nota de 2007.

Va texto.

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Hay otros tiempos, pero están en este: Philip K Dick y la historia alternativa


“¿Qué habría pasado si...?” es una pregunta más que antigua. Se la siguen haciendo no sólo hinchas desesperados, sino también historiadores rigurosos y, por supuesto, escritores imaginativos. PK Dick fue uno de éstos, y durante mucho tiempo fue considerado el creador de la más impactante novela ucrónica o alohistórica, esto es, de una historia que transcurre en un mundo como el nuestro pero donde los acontecimientos globales tomaron un giro inesperado. Se trataba de El hombre en el castillo, un relato ambientado en un planeta Tierra donde los alemanes y los japoneses habían ganado la Segunda Guerra Mundial.

El hombre en el castillo (The Man in the High Castle) fue publicada en 1962 y al año siguiente fue la ganadora del premio Hugo, lo que convirtió a Dick en un nombre establecido de la ciencia ficción. En el universo de la novela, Franklin D Roosevelt ha sido asesinado en 1933 (antes de asumir su primera presidencia de los EEUU), lo que lleva a que las potencias del Eje triunfen sobre los Aliados. La historia sigue el destino de varias personas que viven en la costa oeste norteamericana (ocupada por Japón), en la costa este (ocupada por Alemania) y en los estados montañosos del centro del país, (que conservan una relativa independencia).

En ese esquema, podemos ver cómo los japoneses son atrapados por la cultura indígena norteamericana (lo que, de alguna manera, implica que el contacto EEUU-Asia era inevitable, no importa dónde y cómo, y que nadie podría salvarnos de la religiosidad new age). Los alemanes, por su parte, se han desembarazado de Hitler, y han devenido un pueblo de duros tecnócratas (comodiría Berugo: “Alcoyana-Alcoyana”), mientras que los norteamericanos siguen siendo buenos y, sobre todo, curiosos: la aventura es disparada por la búsqueda del autor de un misterioso libro del que hablaremos más adelante.


Digresión temporal
Por varios años, El hombre en el castillo fue considerada la obra sobre resultados alternativos de la Segunda Guerra Mundial. No era la primera -hay especulaciones en ese sentido anteriores a la propia guerra (como La noche de la esvática, escrita en 1937 por Katharine Buderkin) y también posteriores a ella (El cuerno de caza, del diplomático inglés John W Wall, es de 1952)- ni tampoco sería la última.

La Segunda Guerra Mundial ha sido el principal acontecimiento histórico del siglo XX -por lo menos para la ficción- y, dentro del campo de literatura ucrónica, constituye sin duda la subcategoría más importante. En el desaparecido sitio web www.ucronia.net se listaban 2800 relatos pertenecientes al género, y de ellos, más de un tercio son fantasías sobre otros resultados para la Segunda Guerra.

Tal vez la más exitosa de esas novelas sea Fatherland (1992), de Robert Harris, que fue convertida en película en 1994. Allí los EEUU no han intervenido en la guerra, por lo que Alemania es dueña de Europa y combate, ya en los 60, con una disminuida Rusia. Los protagonistas de la historia son un detective alemán y una periodista norteamericana que, por sus respectivos móviles profesionales, terminan descubriendo la existencia de viejos campos de concentración. Hacia el final se sugiereque el III Reich se derrumbará, pero no por motivos militares, sino por el peso de la opinión pública que condenará los crímenes de la Solución Final.

Otra novela que se instala de manera detectivesca en una Europa ocupada por los nazis (gracias a una tregua prolongada con los soviéticos) es SS-GB (1978), de Len Deighton. Si bien la historia es un policial clásico que tiene a Londres en los 40 como escenario, el nivel de detalle y las múltiples implicancias de los cambios entre la historia real y la alternativa se convierten en lo más atrapante del libro. Y también de buena parte del género: son las pequeñas diferencias, y más aún, las coincidencias entre esas ficciones y el mundo real lo que provoca la imprescindible sensación de extrañamiento en los lectores.

The Ultimate Solution (La solución final, 1973), de Eric Norden, plantea una trama similar a la de SS-GB, pero ambientada en una Nueva York más parecida a la sociedad clasista que pintó Aldous Huxley en Un mundo feliz. En cambio El sueño de hierro (1972), de Norman Spinrad, introduce variantes históricas más complicadas, y es claramente deudora de Dick en cuanto al manejo de la metaficción (y, concretamente, al de “libros dentro de libros”). En la novela, Hitler no se convierte en un líder político, sino que al final de la Primera Guerra Mundial emigra a los EEUU donde prosigue su carrera artística, aunque como ilustrador y autor de ciencia ficción, llegando a escribir una novela, Amo de la esvástica, que gana el premio Hugo. Amo de la esvástica relata cómo sería el mundo si los nazis hubieran triunfado.

Además de la autorreferencia y la guiñada a Dick, Spinrad da una pista sobre algunos de los motivos que impulsan a escritores, y a veces a políticos, a animarse con este tipo de ficciones. Por ejemplo, al conservador norteamericano Newt Gingrich, quien en 1995 (cuando todavía tenía cierto peso mediático) escribió 1945, una novela donde los EEUU no pelean contra Alemania, sino sólo contra Japón.

Un poco de respeto
Pero no sólo escritores marginales -aceptémoslo- y políticos oscuros entretienen con sus ganas de rehacer la historia. También autores laureados como Philip Roth o dramaturgos como Noel Coward exhibieron sus temores sociales. La conspiración contra América (2005), del primero, cuenta qué habría pasado si los EEUU se hubieran vuelto pronazis en los años 30, mientras que la pieza del segundo, Paz en nuestro tiempo (1947), explora las actitudes de los ingleses ante una temporal ocupación alemana. El mismísimo Vladimir Nabokov -ya fuera, pero no tanto, del escenario de la Segunda Guerra- situó su novela Ada (1969) en un universo alternativo donde los rusos han colonizado parte de América del Norte desde hace siglos.

Además, no sólo los escritores se han dedicado a explorar estos temas. La investigación histórica contrafáctica tuvo cierto auge a principios del siglo XX, y, luego de un período en que padeció un comprensible desdén académico, fue reinstalada en los años 90, en parte gracias al trabajo del historiador Geoffrey Hawthorn Mundos Plausibles,mundos alternativos. Allí, a través de tres ejemplos concretos (las plagas de la Edad Media en Europa, la guerra de Corea y la influencia del pintor prerrenacentista conocido como Duccio), se propone una teoría para los estudios históricos alternativos.

A diferencia de la ficción, que se instala en los mundos paralelos, la historia intenta explicarlos. A la respetabilidad de esta corriente historiográfica ha contribuido el cambio de encare: ahora se evitan las reducciones biográficas y se jerarquiza el análisis de procesos.

Final abiertísimo
Es momento de justificar la importancia de El hombre en el castillo: el final de la novela es uno de los acontecimientos fundamentales del posmodernismo artístico.

En las últimas páginas, Juliana Frink, devenida protagonista, encuentra finalmente a Hawthorne Abendsen, autor del enigmático texto La langosta se ha posado. El libro es un bestseller clandestino, porque cuenta la historia de un mundo donde los alemanes y los japoneses no ganaron la guerra. Juliana le pregunta a Hawthorne cómo y por qué lo escribió y el escritor intenta ocultar que lo hizo recurriendo a otro libro, el I-Ching. Luego resulta que es el propio I-Ching quien ha creado La langosta se ha posado. Juliana interroga entonces al I-Ching mediante el procedimiento de arrojar monedas. El I-Ching responde que ese mundo en el que Eje perdió la guerra es el verdadero.

Es difícil no compartir el vértigo que sienten los personajes cuando comprenden que viven en un mundo falso, o sea, de ficción. De manera similar a la mirada a cámara de Belmondo en la película de Godard Sin aliento (1959), aparece un ente ficticio que increpa directamente al espectador o lector. Pero en El hombre del castillo hay algo más: después de leer que la verdad está en un libro que fue diseñado por otro libro, es un acto de fe seguir creyendo que vivimos en el mejor de los mundos posibles, como sostenía Leibniz.

El truco final de Dick tiene un antecedente insólito: un ensayo de historia contrafáctica firmado por Winston Churchill. Al ex primer ministro inglés le habían pedido una contribución para el trabajo colectivo sobre especulación histórica If it had Happened Otherwise (Si hubiera ocurrido de otro modo, 1931) y el resultado fue “Qué hubiera pasado si Lee no hubiera triunfado en la batalla de Gettysburg”. Vale aclarar que en nuestro universo, el general Lee perdió en ese enfrentamiento decisivo para el resultado de la Guerra Civil norteamericana (que es el segundo tema más abordado en la ficción ucrónica). Churchill juega así con la perspectiva adoptando la posición de un observador de un mundo alternativo que analiza otro mundo parecido al nuestro. Por supuesto, se trataba de una maniobra para matizar lúdicamente duras opiniones sobre la situación de su época. Algo que generalmente le sale mejor a los escritores que a los políticos.

7 comentarios:

  1. stan lee, el genio tras la maquina de escribir

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  2. Me imagino que es por el What if...?. ¿O será que Stan Lee es el verdero auto de esta nota? ¿En qué universo? Excelsior.

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  3. Esta nota la leí en su momento, casualmente en ese verano encontré "El hombre en el castillo" en una librería de Gorlero y lo compré a $100, eomcionado por el hallazgo. Por alguna razón nunca le pude entrar, así que prefiero retomarlo cuando esté a la altura de las circunstancias.

    Felicitaciones por la vuelta a la blogósfera, quedan pocos sobrevivientes del facebook y el pajarito.

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  4. Otro que se consigue en español es "Doble Destino" de C. M. Kornbluth: científico de Los Alamos tiene dudas sobre el trabajo que hace en La Bomba, va a charlar con un indio Hopi y tiene un viaje alucinógeno. Termina en una realidad donde no hubo bomba y como consecuencia los EUA están ocupados por Alemania y Japón. Muy sutil.

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  5. Mescalito, un saludo. Me deja medio perplejo lo de la novela... hay que entrarle.

    Xopke, no conocía Doble Destino. Lindo argumento tranquilizador.

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  6. Siempre pienso en que habrá querido decir K Dick en el final de El Hombre en el Castillo, y siempre veo que hay tantas interpretaciones como lectores. Tengo entendido que el mismo Dick declaro en algun momento que habia escrito la novela bajo la influencia del I Ching, aunque no sé de donde lo saque. Ademas del final, otro fragmento que siempre me pareció fascinante es cuando uno de los personajes (no me acuerdo cual ahora, la lei hace unos años) "ve" por unos instantes en un momento de lucidez el mundo "real", el mundo de "la langosta se ha posado", o como decis vos, "nuestro mundo". Nunca habia interpretado que los personajes sintiesen que se dieron cuenta que su mundo era un mundo de ficcion literaria.
    Yo siempre lo vi el mensaje varios lados (creo porque se me suman mi paranoia con la de Dick) aunque tengo que aclarar que este libro siempre me parecio mas intrigante que claro, y por eso me gusta tanto. Me gusta pensar que Dick queria decirnos algo sobre NUESTRO mundo mostrandolo en clave de la realidad a traves del espejo (invertida). Es decir, de decirnos que en nuestro mundo habian ganado los nazis, y que de alguna manera lo ocultan para mantenderse en el poder creando una realidad ilusoria. Me es imposible desligarlo con la obsesion en las novelas de K Dick sobre lo ilusiorio y frágil que es lo que llamamos realidad (que lo aborda desde diferentes maneras a lo largo de su obra). A esto le tengo que sumar que cuando lei la novela me acaba de enterar de todos los episodios de su vida ligados con sus visiones narradas en Exegesis y tambien con su obsesion con los presentes/universos paralelos (como los de esta famosa conferencia http://www.contranatura.org/articulos/Divers/Dick-Mundos.htm) y todo esto se me va sumando en la cabeza agregando datos para armar este rompecabezas. Debe ser de ahi que saco esa idea, de la idea de que el Imperio Romano en realidad no cayó. Pero bueno, viste que se editan los diarios no? Estoy emocionado. A ver si leyenmdo estas miles de paginas termino de armar este puzzle.

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  7. La semana pasada propicié un encuentro entre dos dickómanos (en español no suena tan feo) y me enteré de lo de los diarios. De hecho, yo los presenté por otra cosa, pero con habilidad paquiderma mencioné a Dick porque sabía que se iban a enganchar -y funcionó.

    Vos sabés que como sentir, yo sentí algo parecido a lo que vos decís mientras leía el final de El hombre en el castillo: que los personajes veían este mundo y que Dick quería mandar un mensaje de acá para allá. Lo que pasa es que ese es un abismo muy suyo (de él). Lo de la ficción que mira a la realidad lo sentí también, pero más que nada lo fui pensando luego. En cosas como esas se ve que PK era grande (y que nos cuesta encontrarle un profeta).

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