En un año en el que el nacionalismo arreció por el lado futbolero y alentó disparatados excesos presidenciales, como ese de pedir que nos sacrificáramos -¿por qué? nadie sabe- tal como hizo "el mejor de nosotros", por suerte sigue habiendo contras inteligentes y divertidos. Pero ya no se trata del Cuarteto de Nos, sino de libros. Lo que sigue es parte de un artículo más largo que salió en el número de fin de año de la diaria, que como hace 6 años volvimos a bautizar la anuaria y que se puede descargar gratis acá.
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Hoy ya no es muy sensato cuestionar el estatuto del estado uruguayo -que tal vez no tenga 200 años de historia, pero debe pasar los 150-, pero en cambio aparecieron tres libros que buscan desestabilizar al gran pilar de la mitología independentista.
Oportunamente, el más notorio rebelde de la historiografía contemporánea, Guillermo Vázquez Franco, reeditó una de sus obras fundamentales, Francisco Berra: la historia prohibida (Ediciones Mendrugo). Como en Mitos de la historia, donde parte de Real de Azúa, aquí Vazquez Franco también utiliza brevemente a un colega que lo precede -en este caso, a Berra, cuya visión de la historia patria fue censurada en el gobierno de Máximo Santos- para plantear su propia versión de la verdad histórica.
Dos asuntos fundamentales lo obsesionan: la ilegalidad y la traición que supone la Convencion Preliminar de Paz, en la que, "desde afuera", se decreta la separación del territorio oriental respecto a lo que sería Argentina- y el carácter totalmente covencional de la figura de Artigas como héroe nacional. Para Vázquez Franco, llega a serlo "por descarte", porque es la única figura "neutra" que pueden rescatar tanto colorados como blancos. Pero Artigas, en realidad, no habría sido un gran líder, sino uno más de los varios caudillos locales que terminaron atentando contra la unidad del antiguo Virreinato del Río de la Plata. Inventado a posteriori como un visionario político a partir de la atribución de frases contradictorias, el Artigas de Vázquez Franco es más bien el de la leyenda negra argentina: latifundista, bandolero, ineficaz, porteñofóbico, pero resultaba necesario algún mito fundacional para que las clases dominantes de finales del siglo XIX justificaran la viabilidad de la unidad administrativa llamada "República Oriental del Uruguay".
Divertido en su radicalidad antiartiguista, Vázquez Franco prodiga perlas. Una que podría ofender a los que ahora le adosan al terreno de Purificación el oxímoron de "templo laico": para este historiador, ese campamento artiguista y el del Ayuí deben haberse "asemejado bastate a tolderías" dado el desorden y la improvisación que marcaron todas las empresas artiguistas.
El empeño con el que Vázquez Franco proclama lo absurdo de nuestra secesión de Argentina (y si los hechos consumados lo contradicen, la lengua le da la razón) hace pensar a veces que el historiador añora un universo paralelo. Exactamente eso es lo que propone Ramiro Sanchiz con La vista desde el puente (Estuario), pero lo que imagina difícilmente complazca al veterano historiador: en la novela, atrapante, Artigas triunfa militarmente sobre Buenos Aires y sobre el Imperio Brasileño, y la Liga Federal se vuelve un hecho bajo el nombre de Uruguay, aunque luego pierda algunas provincias en una guerra contra Rosas.
La novela no se desarrolla en el pasado, sino en el presente, y su tema principal son dos investigaciones (sobre unos crímenes contra la comunidad charrúa, que es fuerte en Corrientes y sobre los últimos días del padre del protagonista, un historiador), pero la figura de este Artigas alternativo es duramente castigada: en sus últimos años, al igual que el Hitler que imaginó PK Dick en El hombre en el castillo, enloquece y deshace gran parte de sus conquistas políticas.
"Es absurdo que a los escolares uruguayos se les enseñe a creer que Dios bajó a la tierra en la forma de Artigas, que hay un 'ideario artiguista', que faltaría nada más rezarle todas las mañanas al 'protector de los pueblos libres' ", escribe Sanchiz, pero también podría firmarlo Vázquez Franco.
Ya El padre nuestro Artigas (Estuario), trabajo en colaboración del fotógrafo Martín Atme y el semiólogo Fernando Andacht, tal vez le resulte demasiado sofisticado a Vázquez, anuque comparta sus objetivos desmitificadores. Lo que el dúo emprende es la demostración, por la vía del registro en imágenes, del carácter absolutamente representacional de la figura de Artigas. Ingenioso, inquietante, gracioso, el libro sorprende y confronta pares desparejos de Artigas en estatuas, cuadros, graffitis, billetes.
Posiblemente Vázquez notaría un desliz de Andacht: comentando un busto muy feo, anota que Artigas aparece "luciendo un gesto irreconocible" y con "los rasgos alterados por la pésima factura", dando a entender que en alguna parte hay representaciones fieles, "fotográficas", del hombre que dio tanto trabajo dio este año.