Una vez me deprimí mucho con el comienzo de una novela de Arno Schmidt. La leí en español, lamentablemente (no he llegado ni voy a llegar a ese nivel de alemán). Decía algo así como que ellos siempre habían tenido que elegir entre los conservadores cristianos y los miliqueros. Pobres alemanes, pensaba. Qué horrible tener sólo esas opciones.
Y hoy, por cuestiones que no quiero extender porque soy de izquierda, nos veo cerca de aquellos pobres. Me encuentro pensando que con los autoritarios jamás, por más laicos que sean, y que de última el cristianismo es un humanismo.
Su Dios nos bendiga. Son cinco años.